Un día cualquiera hablando con mis interlocutores fantasiosos (yo): - "Caracterizados por “el
palo” (no hay quien se salve del "palo"). Fantasiosos algunos en un mundo tan real por lo crudo y lo quejoso. Encrudece
la fantasía que brilla en lo fantástico de lo real. ¡Que fantasioso!"
-
¡Que se calle el “tipo quejoso”¡ - Se oye desde la vereda, como si ese tipo hubiese oído mis pensamientos. Tengo dudas sobre ese tipo ahora. “Tipo quejoso”, me dice. Me
molestan las barbaridades que salen de la boca del “tipo-tipo” (¿tipo
estándar?). Un viento vuela mi sombrero gris, "oh, viento travieso, no querrás que me queje" Pienso mientras lo junto con mi bastón marrón, bien lustrado y bien brillante. Pero el tipo vuelve a leer mis pensamientos, y grita levantando los brazos, arrugando su camisa blanca y forzando los botones de su chaleco negro:
-
¡Que alguien calle al tipo quejoso¡ - Después de repetir la bendita queja media docena de veces, la
voz del tipo-tipo (que ya no es más) bien su volumen disminuye. Se escucha lejos
y un poco más. Lo ignoro - ¡Se ha callado el tipo quejoso¡ ¡Se ha callado¡ ¡Escuchad nada
más, se ha callado¡ - A penas oigo, con suerte al tipo-tipo, que es en realidad el verdadero tipo quejoso, su voz parece salida de un cine a unas varias decenas de kilómetros, que suerte.
- ¡Cállate ya,
tipo quejoso¡ - Le responde otra voz al tipo quejoso, un tipo cansado. Y el
tipo cansado es tan quejoso como el tipo quejoso, que ahora es un tipo callado.
¡Que fantástico!
Un momento… ¡Resultó ser que el tipo quejoso también era yo, el tipo
fantasioso! Quejando del tipo cansado; y del tipo-tipo, tipo quejoso. ¡Que
quejoso¡
Continúan gritándose de vereda en vereda los
tipos quejosos, ya cansados de insultos y quejas. Se marchan a sus casas, donde
se quejarán a su mujer del tipo quejoso, y su mujer se le quejará por ser un
tipo quejoso. ¡Cuántas quejas en un mundo quejoso! ¡Que fantasioso!
¡¿Por qué tantas quejas en un mundo tan fantasioso?!
-
¡Cállate, tipo quejoso! –
Marcos Hillebrand.
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