domingo, 28 de septiembre de 2014

"Las almas -y los sueños- repudian todo encierro" (Cantata de puentes amarillos - Pescado Rabioso)

El tipo del que les hablo despertó de un saque tras una horripilante pesadilla: era un sueño que amanecía hecho realidad, luego despertaba, como sueño dentro de sueño, y todo era otra vez falaz. Un desengaño super agresivo, super bien, superchería si las hay. ¡ Caramba ! Se consagró de idiota el tipo éste del que les hablo al llorar como una cabra, unos alaridos horribles además, te juro que un asco el tipo. Se levantó y tuvo ganas de seguir soñando. Había dormido dentro del sueño, inclusive. ¡El tipo se durmió hasta soñando! Y viene durmiendo así los dos tercios de su vida, ¿cuánto le queda? ¿Un tercio y listo? ¿Cuánto? ¿20 años? ¿25? Y el tipo se duerme hasta en los sueños, y sueña que los sueños se le cumplen; pero cuando se levanta el tipo llora asqueroso como una cabra, que desgracia de imagen. ¿Cómo no prefigurarse una balsa que naufraga sin haber zarpado?
¿Cómo naufraga una balsa en el mar, si nunca zarpó? ¿Habrá requerido al rompimiento de las barreras de la materialidad, echándose a la suerte sin más, remando sobre arena y esperando encontrar el otro lado del océano tras un amanecer y despertar sobre granos dorados? ¿Habrá preferido la falsa arena que es capaz de tocar, antes que el cielo estrellado sobre el mar libertino, peligroso, y tan que uno se encariña con el paso del tiempo? Es, la balsa que naufraga sin nunca zapar, la tentativa inconsciente, llena de resignación, de destruir ese sueño que nos atraganta antes de hacerse realidad. ¿Cuál es mi mar? ¿Cuál es tu mar? ¿Quién me avisa a la hora de naufragar?