lunes, 10 de noviembre de 2014

El polvo en la parafernalia.




El polvo en la parafernalia.
Marcos Hillebrand.
shaquerla.blogspot.com.ar

Fotografía: Jimena Castiñeyras
Flickr: https://www.flickr.com/photos/jimenacasti/


Solo para casos de emergencia, sí. En casos de emergencia yo sigo un protocolo bien estricto, estipulado de principio a fin. Me ha tomado años seriar, catalogar y precaver cualquier imprevisto de cualquier índole. Cualquier imprevisto de cualquier categoría, los tengo todos bien observados, con mucho recelo, los tengo, digamos, como enjaulados. Sí. Así debe ser, por si la emergencia. En caso de emergencia, sí, estoy preparado.
Pasaron muchos años ya. Lo bueno es que sigo precavido, en caso de emergencia. Y veo que soy bueno, porque no he tenido sobresaltos. Han habido vientos de tormenta pero estuve precavido. No he necesitado de todo el protocolo, tan ensayado en miles de simulacros tan menesterosos. Menesterosos porque para el gran acto tengo preparada la mejor de las parafernalias. Pero lo tengo todo esperando a la gran oportunidad, al gran momento en que las condiciones estén dadas. Porque por ahora son solo vientos de tormenta, ninguna emergencia real. Me falta, además, algo... que no sé. Cuando se me revele será el momento.
Dicen que... Dijeron, alguna vez... Que mi vida es un formulismo en piel y hueso, en ambos sentidos de la palabra. Pero lo dijeron hace tanto tiempo que ahora el tiempo me ha dado, sin querer y sin notarse demasiado, la razón toda. Me ha durado el tiempo, precisamente. Me ha durado la vida. El resultado está aquí, y los que dijeron no.
Lo que me impacienta, lo que me tiene intranquilo es, sin duda, la solemnidad con la que aguardo el momento. No entiendo aún por qué. El momento no llega. Cada vez siento menos la corazonada del casi, del a punto, de estar tan cerca, esa sensación, ese roce imaginario que alimentaba mi vida protocolar y formulista, cargada de una esperanza que ahora, -suspiro-, está un poco caótica, he de admitir.
No entiendo qué es lo que pasa.
Ayer he buscado por todos lados los preparativos para el gran día. Aún no los he encontrado. Los aparatos rechiflones de la burla a los que apuntaban con el dedo, aquellos que dijeron... Tampoco logré hallar las invitaciones. Pero bueno, de todos modos no tengo ahora a quién invitar.
No entiendo, todavía, qué es lo que pasa. Voy de minuto en minuto tratando de recordar en qué posición era que sentía las corazonadas, cuál era la pose mágica... No era la pose, aparentemente. No hay roce. La parafernalia ya para mí es una montaña de polvo. Las telas de lindos colores que tenía preparadas son ya para mí viejos andrajos, un tumor de harapos raídos, pálidos. Las cornetas las he usado de pisapapeles, pisacartas. He escrito varias a aquellos que me decían de mi un formulismo en piel y hueso. No envié ninguna.
Hoy tuve una corazonada, después de tanto tiempo, pero más bien punzante. Sin importar me aferré a ella, no tuve opción, después de tanto neutro... Me aferré a esa sensación, pero con eso me despido de cualquier intención de volver el tiempo atrás. Después de tan anodino vaivén entre espera y somnolencia, un cáncer me ha traído a la vida un último respiro, ese que me dice que el tiempo pasó, y que encima, me muestra la puerta de salida.
No he sido del todo precavido...Y para eso tanta parafernalia. Hubiese descubierto el corazón con tiempo, si de todos modos, al final del ovillo el tiempo se nos tira encima para abrirnos en dos el espíritu. Y para eso tanta parafernalia...

2 comentarios:

  1. Estupenda descripción de la pérdida de la ilusión, pero de esa ilusión diaria, cotidiana, de la decepción real que existe tras una exhausta preparación.

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  2. Me ha encantado, quizá porque me he sentido bastante identificado.

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