De la monotonía al vértigo de llegar al punto máximo de reflexión, ejecución del pensamiento y acción del polvo de la magia que brota del aire mismo, introduciéndose por los poros y oídos.
Como una flecha -o una bala- que deja huellas en la piel pero que no hiere la carne, se introduce hasta lo más profundo, hasta el agujero negro del alma y de la existencia, hasta el crepúsculo del estado consciente.
Del vacío a vomitar los desechos del espíritu y re-abastecer las esperanzas traslúcidas y la sensibilidad.
De simple movimiento rutinario, cotidiano, a la magia instantánea que como toda magia, terminará.
Marcos Hillebrand.
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