miércoles, 16 de abril de 2014

Fragmentación

  - Te digo, es como un ácido que arde y viaja de arriba a abajo, por mis venas, succiona mis fuerzas en mis pies, y estalla en mi cabeza, en su recorrido quema todo, quema mi alma. Te diría si supiera cuándo irá a parar, pero no sé, y no te puedo decir, entonces cuando sucederá. Te diría si supiera cuándo comenzó, pero no sé, y no te puedo decir, entonces cómo arrancarlo de mi. ¿Cómo dejar que fluya hacia fuera? ¿Me diría usted? Mis ojos no aguantan tanto color, mis hombros no aguantan tanto tirar hacia abajo. ¿Cómo dejar que fluya hacia fuera? Dígame usted, señor.

  - Ajam...

  - ¿Usted me lee?...¿Me siente?...¿llega lo que le pido que llegue? Los huesos se me corroen, y sé que volverán otra vez a ser lo que fueron, pero me duele el momento, se trincan mis bases, frágiles bases que al final de todo, ni sé si son mías, o alguien las puso allí. Parece que después de todo hay una verdad que estoy lejos de descubrir, pero que mis emociones sospechan. Mis enojos sospechan. El ácido es la fiebre de aquella verdad. El ácido que me quema me dice que la verdad está ahí, vigente. Las ideas no se me caen, no aparecen, no se vislumbran, entonces cuando palpo una, cuando la tanteo en la oscuridad, me desespero. Me desespero y trato de moldearla rápido, de discernir bien su forma en esta basta oscuridad que abarca de punta a punta mi pesada, rota, y desgastada mente. ¿Cuánto más hondo tengo que recalar para poder llegar hasta el inconsciente donde guardo yo los problemas verdaderos? ¿Qué me falta y qué me sobra? Es algo que tengo que beber, o algo que tengo que comer...¿o es algo que debo encontrar? ¿Debo buscar?. Dígame señor. ¿Me diría usted que debo hacer?.

  - Ajam...

  - También me divido, y de repente estoy yo, frente a mis otros yo, dentro de una gran habitación de mármol blanco, en medio una gran mesa traída del Olimpo mismo. En ella posan sus ideas, y ponernos de acuerdo es un reto que no logramos superar aún. Él, el autocompasivo, me llueve con autocompasión las ganas de cuestionar a los demás, entonces no tengo yo nunca la culpa. Pero hasta a veces creo que tiene razón, señor. Dígame señor si tiene razón. ¿Tengo razón señor?

  - No lo sé, señor.

  - Entonces ¿qué?.

  -No lo sé, señor. Usted ha de saberlo, señor. Dígame usted señor. ¿Lo sabe usted?.

  - No señor, ¿debería saberlo? Ya le dije como estoy, dígame usted qué me sucede.

  - Es tan claro como esta mesa del Olimpo y estas paredes de mármol blanco, señor. Hemos logrado reunirnos los dos. Y usted debe saber que no debe dividirse, señor. ¿Qué hago yo aquí? Si usted está allí. ¿Me va a dejar entrar, señor?.

  - No señor, me temo que no. Estoy en aprietos y no me sirve entonces hablarle de mi, si usted, el pensamiento en persona no me ayuda. Bueno, pues le he dicho todo, le he contado sobre la gran verdad, sobre la fiebre, el ácido, mi autocompasión, mis miserias, mis ganas, mis dolores, mis totalidades, mis enfermedades, y usted no sabe que decirme. ¿Usted no sabe que decirme?

  - No ha necesitado de mi, señor. Lo ha pensado todo usted. Pero si quiere me puedo ir, y puede usted ser feliz.

  -No, señor, usted vuelva dentro de mi, yo seguiré como estoy.

La guerra, principio primero.

En otoño, en una enorme plaza, todos caminan y nadie se ha fijado en la hoja que cayó.
Hermosa hoja de álamo.
¿Por qué nadie se ha fijado?
Nadie se ha fijado porque es otoño, las hojas muertas caen en otoño...

Piedad por la hoja. Por las miles de hojas que caen en otoño.
Piedad por el alma. Por las miles de almas que caen en olvido.

"Que se fije la hoja cómo hace para no caer". Se escucha.



Marcos Hillebrand.

martes, 15 de abril de 2014

Plegaria, para una vida dormida.



Cuanto me cuesta, si, conectar historias,


Contar historias, cuanto me gusta.






Cuanto me cuesta, si, tomar el tiempo con las manos,


Matar las horas, cuanto me gusta.






Cuantas almas se malgastan, que nacen de horas muertas.


Cuantas horas se invierten, en historias que se cuentan.






Señores, salgan a las calles, las veredas,


Señoras, salgan a las calles, las veredas.


Señores y señoras,

“trepen a los techos ya llega la aurora”.






Señores, señoras, de las horas se pueden hacer historias.


Señoras, señores, las historias se cuentan en horas,


Pero a veces para una historia de horas se necesita una vida,





O vivir la vida.





Marcos Hillebrand.

miércoles, 9 de abril de 2014

Brilla la estrella viajera. Fugaz, vertiginosa, amada y amante.

  Ni hablar de contar las estrellas, salvo alguna que otra estrella fugaz. Están en movimiento y son pocas, no como el resto de las estrellas, todas quietas aquellas.

  Pasa la estrella fugaz...Vuela la estrella fugaz...¿No estará buscando miradas?

  Yo la observo desnuda, fugaz y vertiginosa, y la disfruto. Como quien disfruta alguna otra desnudez. Como disfruto tu desnudez.

  ¿Se desnuda la estrella viajera para la tierra? ¿Ama la estrella viajera a la tierra? ¿Ama la tierra a la estrella viajera?

  Infinitas tierras conoce la estrella viajera y todas las tierras aman la estrella viajera, y la estrella viajera ama todas las tierras, porque es viajera, y cual viajero, ama la tierra, como la tierra lo ama a él.


Marcos Hillebrand.

viernes, 4 de abril de 2014

¿Eres polvo también?

En tu noche aún sigo. Envuelto entre sedas y pieles, y abrigos grises.
En tu noche aún sigo. Escurriéndolas. Entre mis manos como arena se van tus noches.
En mi memoria como nube viaja. En mi memoria como niebla se disipa.
En tu noche me ha costado detenerme.
En tu noche me costó dormir.
Débiles fronteras conectan mis días de tu recuerdo. Se mezclan y lloro...
Matices de sentimiento.
Colores del recuerdo.
Aromas del tiempo.
Víctimas del olvido.
Víctima del olvido.
Actor de tus noches vivientes, muertas.
Es gracioso. Pese a eso, en tu noche aún sigo.
Ahora son mis noches, recuerdo vigente y vil copia de tus noches.
Noches.
Noches.
Claridad.
Te extraño.
O no tanto...Te extraño en tus noches. Aquellas, nuestras noches.
Mírame si vuelas,
cántame si eres viento,
acaríciame si eres melodía,
límpiame si eres mar,
rómpeme si eres tiempo,
deslúceme si eres polvo,
y envuélveme si eres noche.
Envuélveme si eres noche.
Enséñame a dormir, pues en mi cabeza eres viento, melodía, tiempo, mar, pero nunca olvido. Eres también polvo y eres también noche.
Enséñame a dormir. En mi vives aún.

En tu noche aún sigo,
en tu noche me ha costado dormir.

¿Eres polvo también?